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un verdugo... Yo que conozco a nuestros pobrecitos hijos  abarcando con la mirada el patio
rebosante de colonos , te digo que si así lo haces, te han de obedecer y servir con voluntad;
pero si acudes al rigor  mirando fijamente a Pantoja acuérdate que hasta las bestias
muerden cuando se las maltrata, y tú sabes que nosotros no somos bestias... Que sea, pues,
para el bien de todos.
Quitóse también el sombrero, pero sin postrarse ni besarle la mano, e hizo una muy respetuosa
reverencia a Pantoja y fue a sentarse en el poyo, apoyándose con pena en su cayado.
Y comenzó el general desfile. Primero los alcaldes, los mandos después, luego los viejos, en
seguida los adultos y por fin los jóvenes se le fueron acercando uno por uno al hilacata nuevo,
para, con el sombrero quitado y de rodillas, besarle la mano y repetir la fórmula consagra da:
"Que sea para el bien de todos."
Cuando se hubo concluido el besamanos simbólico, habló el nuevo hilacata la palabras que
había recogido de sus padres y oído a lo largo de su vida:
 Es voluntad de ustedes, y no mi deseo, lo que me inviste de autoridad y mando. Son, por
tanto, ustedes quienes han de mandar y yo sólo he de obedecer. Todos hemos de vivir en
armonía y sin recelo, porque nuestro bien es común y unas mismas son nuestras aspiraciones.
Hemos le socorrer al necesitado, prestar ayuda d que cae en desgracia; pero hemos de ser
sordos para el mal... Que sea para bien de todos, tatitos.
Luego se puso de hinojos ante el patrón, besóle las manos y le dijo:
 Sé justo y bueno y hemos de ser siempre tus pobrecitos hijos, que a nadie tienen más que a
ti para acudir en sus penas y trabajos. Que sea para el bien e todos, señor...
Entráronse al comedor los mozos, atraídos por incitante olor de una fuente de picantes que
Clorinda acababa de depositar sobre la mesa y más dispuestos a devorar su ración de carne
que a observar los detalles del ceremonial, que a los más torpes se les imaginó divertido y
hasta risible, n echar de ver el fondo de prudente consejo y aun de velada amenaza que
envolvía cada sentencia de los ancianos.
Se presentó en la puerta el nuevo hilacata, con el sombrero en la mano y la actitud medrosa.
Estaba acompañado de dos alcaldes y venía a pedir permiso para bailar en el patio de la casa.
Mozos y mozas se habían ataviado con sus meres prendas y sentían volver a sus casas sin
haber holgado un poco.
 Lo hacen por beber alcohol  dijo Troche, atrapando la oportunidad del negocio.
 Dales una lata y que me dejen en paz  repuso Pantoja con cierto mal humor a la idea del
gasto, pero sin mostrarlo a sus amigos.
 Le han de pedir también coca y cigarros; es costumbre  acentuó Troche, alentado por la
concesión.
 Dales lo que te pidan, pero que no me molesten  dijo el patrón, sorbiendo la taza de café
perfumado recogido en la última cosecha de su finca de los Yungas, afamada por la bondad y
delicadeza de ese producto.
Troche llamó al hilacata, en cuyas manos puso diez libras de coca, algunos manojos de
cigarrillos y una lata de alcohol abundantemente rebajado.
Se formaron las ruedas al son de las músicas. Los bailarines danzaban parcamente, con
mesura. Cogían de la mano a Tokorcunki y le obligaban a dar vueltas y a beber copa tras copa,
colmándole de halagos y atenciones, mientras que el nuevo hilacata, solitario en un rincón del
patio, sin corte y como abandonado de todos, miraba beber y danzar, con la boca seca, aunque
mascando serenamente su coca, indiferente y tranquilo.
Al ruido de los tambores aparecieron en la puerta del comedor los amos, y al notar el vivo
contraste entre los agasajos al hilacata saliente y el estudiado abandono en que mantenían al
entrante, llamaron a Choquehuanka para pedirle la explicación de aquella desigualdad, a lo que
repuso el viejo:
 Es natural esto que ves. El uno ya ha llenado su misión y se le festeja y premia porque supo
ser justo, prudente y bueno; el otro, recién entra al mando, y nada se sabe todavía de él.
¿Cómo, entonces halagarle y premiarle si aún ignoramos la clase de autoridad que hará? Al
año, cuando concluya sabremos si merece premio o castigo, y, como éste, será el día de su [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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